
Tras las voces del viento
Esto comenzó siendo unas breves líneas sobre la literatura de Blas Perozo Naveda (1943-2020), que escribí hace años para un Letra viva del Diario Nuevo Día y que en su momento pude entregar a Blas para los días cercanos a su cumpleaños. Ahora ha sido el punto de partida para una investigación más amplia, que comienzo con este texto. Blas Perozo Naveda nació en Maracaibo, en el Callejón San Bartolo, aunque citando las palabras textuales de su hija Valentina, él mismo difundió la mitología y la confusión de que había nacido en Falcón y por eso por internet aparece que nació también en Coro, en Santa Cruz y en San Pedro.
Lo cierto es que en su literatura Falcón aparece siempre como la tierra de sus antepasados, por lo que será una presencia constante, en la que me gustaría ahondar como uno de los espacios esenciales a su obra, en el que discurre una historia personal a la vez que más amplia, que va del pasado al presente en un sólo oleaje creador.
Sus publicaciones comprenden tanto el registro poético (Caín, 1969, Babilonia,1971,Date por muerto que sois hombre perdido, 1974, Mala Fama, 1988, entre otros) como el narrativo (Maracaibo city, 1983, tierra de cascabeles,1987 y Mala lengua Lengua mala, 1991), pasando por el género periodístico (“El rollo que no cesa” Diario Panorama) y ensayístico (Retrato hablado de Salvador Garmendia, 2005). Estos múltiples discursos se entrelazan, dialogan y complementan dentro del denso tejido que es su escritura.
La palabra de Blas Perozo Naveda constantemente muestra trazos de oralidad, pero también de procacidad y de sarcasmo, la ciudad, sus lupanares, sus habitantes más oscuros son con frecuencia elementos participantes de sus ficciones, pero sus textos también nos confrontan con un legado de ancestros que se localizan en tierras paraguaneras, y que de ahí se marchan hacia Maracaibo, dejando en este topos los vínculos del origen, del pasado, así como toda una mitología familiar, con sus viajes, vidas y traslaciones.
Pero hemos querido comenzar esta investigación sobre su literatura siguiendo la pista al motivo de los ancestros, por considerarla una de las líneas expresivas más potentes de su escritura.
Aunque no compartamos completamente las afirmaciones de Emad Aboaasi en su artículo “El arraigo maracucho en Date por muerto que sois hombre perdido de Blas Perozo naveda”, concordamos con él respecto a las circunstancias que hacen posible una obra como la suya:
Este poeta no desaprovechó la creatividad que poseen los zulianos para dicharachear, mofarse cruda y eufemísticamente de la gente y de las cosas, para llevarlo a la poesía. Además, tal ingeniosidad no sólo le sirvió para la burla sino para plasmar una cultura desde su propia forma de comunicarse verbalmente, sin detenerse en formalismos lingüísticos ni filológicos. Abogando, en tal sentido, por la iniciativa de reclamar el lenguaje que le pertenece, justificando sus ideas en la creación de un movimiento artístico-literario, al cual denominó: Maracuchismo-Leninismo. (2009; p. 103)
Esto con respecto al movimiento que creó en Maracaibo durante los setenta del siglo pasado y del que su obra es la más clara muestra, como gesto de afirmación identitaria regional, que por medio de su literatura se revela en toda su gracia, humor, sarcasmo y oralidad.
Retomando lo relativo a los ancestros, en El dragón dorado, (2007) libro escrito en conjunto con el fotógrafo Audio Cepeda, la voz poética nos dirá:
Andamos buscando el viento
Andamos buscando el viento
Hasta encontrarlo
Y encontramos un castillo
Vigilado por un dragón
De quinientas sales
De cuántos años
Que nadie sabe
Pero estos eran los Perozo más bien
Porque tenían su caujil
Y un cacuro escondido
Con sus puñales y sus máuseres
Para hacer la guerrilla
Y ahí estaba el gavilán. (2007; p. 15)
En ese viaje imaginario y poético hacia la tierra de los antepasados el poema captura la llegada de los Españoles a las costas de Paraguaná, entre los que se contaba su ancestro (Los Perozo) quien junto a esa nueva naturaleza y fauna, compondrá al lado de sus armas (puñales y máuseres) este cuadro, este instante histórico que el escritor respira en el aire y registra acucioso.
Luego, en otro poema del mismo libro, titulado “Ay padre”, la voz poética nos refiere, como una variación del mismo motivo:
Monte Alto 9 de agosto de 1499
He venido hasta aquí persiguiendo el aire
Y encontramos en todas las piedras
En las hojas de los árboles
Y las matas
Encontramos las gentes
Y los animales
Que habían pasado
Dejando su respiración
Su aire
Y ahora el granito
Cruza
Desde el norte
Al otro norte
Y da la señal de la vida:
Una línea lejana se desplaza veloz
Desde lejos
Siempre lejos
Nosotros
Que estamos transfigurados
Miramos los mástiles
El velamen oscuro
Y la mar
Ay serenidad
Y silencio
Ay cristal
Ay padre
Tu vienes desde la cruz
Y eres uno más de los bisures
De los seres del viento. (2007, P. 22)
En este poema el ejercicio creador consiste en nombrar desde la mirada de esos navegantes que llegaron a nuestras costas, para quienes todo lo que veían era nuevo. Por supuesto todo este libro habla del viento, ese viento tan característico de Paraguaná, un viento que no puedes soslayar, evadir, que lo mueve y sacude todo violentamente, pero el texto va hurgando en esas capas del pasado que se pueden respirar en el aire, y registra en clave de poesía esas presencias, hombres, animales, plantas, que ya han pasado pero que no obstante siguen aquí, porque en el crisol del arte todas esas parcelaciones temporales revelan su fragilidad, se desvanecen y los del presente respiramos ese aire en el que están disueltos los pasados. Y por eso la figura del padre emerge como “uno más de los bisures/ De los seres del viento”.
Posteriormente, Ficción de un hombre montado en su caballo,(2001) dará mayor espacio expresivo a la figura de ese antepasado conquistador español, de nuevo como potente recreación de esa historia familiar que está en su pasado lejano, pero que el autor va a levantar de nuevo ante el presente por medio de la palabra poética:
Yo había venido arrastrado por el mar hasta aquel lugar: Había amanecido un día de 1.527, sin respiro, mirando el cielo limpio y azul, en aquella playa desértica: había pensado inicialmente que estaba muerto, que el infierno era aquel desierto, aquella arena de vidrio que me cuarteaba los labios, me dejaba ciego, me taladraba la lengua. Grité contra el cielo y los arcángeles, maldije de la Reina y del Rey. “¡Isabel! ¡Fernando!” (2018, P. 241)
Con más amplitud se dará espacio a una voz a través de la que se fabula de nuevo con esa llegada que será tan trascendental para su vida muchos siglos después, por lo que el sujeto poético se pone en la piel de ese hombre que se enfrenta a una naturaleza salvaje e indómita.
En otro momento del libro se dirá:
Diego El Viejo pasó todos los trabajos habidos y por haber, comiendo culebra y jabalí en Santo Domingo y Centro América. Y cuando por fin pudo desembarcar en las costas de Todariquiba, vislumbró por primera vez en su vida, el lugar donde habría de morir, acostadito en su cama de muerte natural. (2018; p. 247)
Y de nuevo ese antepasado español se encuentra desde sus páginas con su futuro, él, que ha venido de tierras lejanas, se tropieza con el que será el lugar de su fin, y llega al sitio esencial del que ya no partirá jamás.
Luego, en la narración Héroe, el autor va a continuar ficcionalizando su historia personal, como materia esencial de su escritura, y de nuevo, la huella de los ancestros se hará aquí también muy patente:
Ah, pero avancemos en tu novelesca existencia. Y digo avancemos aunque en realidad retrocedemos en la cuenta y vayamos a tu niñez. Tu famosa niñez. Tu niñez de genio. Tu me entiendes. Sólo tú me entiendes. Por eso estoy seguro de que no olvidas aquella casa. Aquella casa en la que según la abuela salían espantos. Recuerdo que eras tan genio, pero tan genio, que llorabas, como un genio es claro, ante la sola idea de la llegada de la noche. Es verdad que sólo las estrellas te calmaban. Pero también es verdad que detestabas a la luna. Es algo congénito. Pero la genialidad estaba en que hablaste más de trescientas sesenta y cinco veces al año con los fantasmas y ellos te contaron las artimañas que a cada rato sacas a relucir para ocultar sus mentiras. Hubo una época en la cual no ocultaste nada. Pero todo te salía mal. Eras realista socialista. Ni más ni menos. Dostoyeski degradado. Recuerdo que te sentías como si no fueras tu. Fue un tiempo decisivo ese que empleaste en pensar si quedarte para siempre diciendo mentiras u optar por el aburrimiento de fabricar a toda hora verdades. De trasplantar los hechos y la realidad. (2018; P. 69)
La voz que narra habla consigo mismo, irónicamente se interpela al colocar una máscara transparente sobre ese pasado personal. Como ocurre casi siempre con su narrativa, las palabras van manando como un río, semejante en lo formal al Ulises de Joyce, o a la narrativa de Luis Britto García, las frases se agolpan creando una impresión de caos verbal, también habitual en la obra de Henry Miller, así, se van sucediendo imágenes, pensamientos, remembranzas, que se contrastan y solapan con las palabras que expresa en el texto “Para la identidad y la poesía” sobre sus inicios en la escritura:
Mis primeros versos los escribí para enamorar a una niña que estudiaba conmigo en Punto Fijo. En San Pedro - centro de la Península fue el lugar exacto donde los escribí. Pienso que es en este lugar donde sentí que podía nombrar, por primera vez (no tenía 10 años) los turpiales, las tórtolas, las palomas torcaces, las tunas, el viento, el mar, los aparecidos, la figura de mi abuela tiola, mis hermanos, la soledad. Mi abuela Teolinda Perozo me convirtió en su héroe. "Este Blas Enrique si que es inteligente", le decía a todo el mundo. "Algún día se va a ir bien lejos", también decía. El 11 de Enero de 1979, en el buque Aubrac, un carguero francés, frente a las costas de Paraguaná, yo supe de su muerte. Iba rumbo Hamburgo y después París. El 1 de Enero del 79 al llegar a la chambre de Glaciere encontré, en el buzón, un telegrama de mi padre: "tu abuela murió el 17", decía. (2001; p. 6)
Narración y texto testimonial se entrelazan para evidenciar esa presencia de la abuela que con sus palabras lo marca para siempre, dejando en su memoria la huella de un deseo, de una figuración a la que el autor va a aspirar o a combatir, o tal vez a traicionar.
Hacia tierras zulianas
Encontramos en Maracaibo city (1983) cómo se reseña en código de ficción novelesca ese instante en el que los suyos salen de Falcón para irse a Maracaibo:
Era la lluvia que comenzó a venirse con el cielo, con pedazos del cielo tan blanco y lleno de nubes y ahora la península toda se desbordaría de aguas y se inundaría la Salina del Diablo, y el Diablo mismo, mi primo hermano, saldría emparamado dando brincos de Diablo con el fuego de la cola apagado, chamuscado, pidiendo, por favor señor, lléveme al pueblo más oscuro y más oculto, al pueblo de San Pedro, pueblo de los locos. Todo se inundaría y los carros, el de mi padre incluso, un viejo Ford negro del año 48, volverían a patinar sobre la blancura y el polvo de los caminos ahora enjabonados, llevando bajo las cadenas amarradas con alambres a los cauchos, un tremendo chirriar de huesos que no eran otros sino los huesos de los Díaz, los indios, enterrados con sus tesoros a todo lo largo de la península, desde la entrada del Roncador pasando por el Vínculo y Pueblo Muerto, hasta Baraived, siempre sacándole el cuerpo al entierro de Moruy, o a la última noche en lo oscuro del monte espeso, dos cosas esenciales a las cuales María Naveda, mi abuela y algunos otros que no deben ser nombrados en estos códigos, habían dejado atrás para siempre, cuando se vino a Maracaibo City en el año de la Pandemia, para fundar una familia de muérganos a quienes la suerte lanzaría por todas partes de la Tierra, (2001; p. 10)
Y del relato de esa lluvia, y de esa pandemia, el sujeto narrativo se sumerge en otras capas temporales más lejanas, aludiendo a indios enterrados, a conquistadores, a supersticiones, todo expresado con esa oralidad que será una de las señas de identidad de la literatura de Blas Perozo Naveda, así como también el humor y el desenfado.
Dentro de los textos que aparecen en digital como “Libreta” encontramos el siguiente poema:
MAPAS
En esta casa
Encontré tu nombre,
Aquí nací yo
Mi hermana Irma
Dos años después,
Nació también aquí,
En esta casa Construida
Por nuestro padre
Cuando Trabajaba
De moldiador
En la Fundición Zulia Moldiador (2018; p. 115)
Y de nuevo, la figura del padre, su nacimiento y el de su hermana, emergen de ese relato familiar que siendo propio y personal, por la literatura termina enunciando también esas parcelas de país que se retratan en esos momentos en los que la historia en mayúsculas se entrelaza con las vidas privadas.
Inevitablemente esa historia familiar va a estar muy presente en su literatura, como una marca de fuego en la que el autor encuentra una y otra vez el pasado, los instantes de una vida que se ha cruzado con otras fundamentales como las de sus padres o abuelas, y todo desarrollándose dentro del conjunto de un país que va cambiando a cada instante, en lo económico, en lo político, en lo social. Su literatura revela entonces la necesidad de nombrar, registrar, capturar esas referencias de la vida personal que forman parte de su manera específica de crear.
En la antología Millo (2018) hallaremos otro registro, en tono de ironía, sobre esa sed de tierra, y de poder que parece común a muchos hombres, y a muchos de sus antepasados en particular,
“De quién es la tierra toda”
[…] La tierra del más oscuro sueño
y su blancura
y su médano
y sus sabilares
es de mi padre
sí de mi padre
que está dormido
al lado de su padre
y su tío
Juan Reyes
Ja ja
me río de mi padre
me río de su querencia
de ser Reyes
cuando sólo la tierra
negra del sueño
y el médano
le pertenece. (2018; p. 69)
Y el poema se burla de ese deseo vano de poseer que los deja en definitiva con “sólo la tierra negra del sueño y del médano”.
Y para concluir, un poema del libro Date por muerto que sois hombre perdido en el que éste motivo de los ancestros se enuncia a partir de la recreación de la muerte de la abuela materna:
“Toditos nosotros morimos así de puros valientes que somos
nosotros los Naveda”
Descendientes de María Naveda
llena de flores
un día de agosto en que la más ilustre
de las abuelas pobres
que tocaron la guitarra y cantaron por la radio
se murió sin pedirle permiso a nadie
ni avisarle a uno ni decirle a uno me muero
chao
y entonces acostarse, así como así en su
lecho de flores
y en las lágrimas de todos nosotros los Naveda
que dicho sea de paso nada sorprendidos
estábamos
aunque sí muy tristes
como judíos que parten o ven partir
los trenes
porque mi abuela la famosa desde este
momento mismo
María Nevada se le había ocurrido morirse como a cualquier
abuela del mundo
de derramen en el interior de su pequeña
cabeza
de derramen de sangre
como si no hubiera alguna vez cantado en la
radio
mi abuela de ojos verdes
mi abuela narizona
mi abuela que habla sola por toda la casa
mi abuela que ahora es un ánima una
finada una difunta ilustre
Muerta en su lecho de flores es sólo una
abuela muerta en su lecho de
flores En cambio
Mi abuela María Naveda viva
sorda y todo
canta
y gruñe
y limpia vidrios
y se bate hasta la muerte
con televisores y radios
rosario en la mano
mi abuela María Naveda la Blanca viva
cuenta su vida y arrastra los pies
mi abuela viva desde los años veinte María
Naveda la famosa
se viene desde muy lejos
para morirse
muchos años después
un día de agosto
de calor
y muy probablemente de tristeza
ella que no es una abuela cualquiera
muerta de calor como cualquier abuela
cualquiera de este mundo
como cualquier abuela cualquiera
que se muere
y sale un aviso
que dice que
todos nosotros
los de la familia
lloramos su muerte
y más que eso
dice el aviso
que todos nosotros
los Naveda
comenzamos a morir un día de agosto
a la edad muy tierna
de 85 años
tal cual ha muerto
la primera de la estirpe
de calor
sin haber podido repartir
las bendiciones de rigor
Nosotros
los de esta pequeña familia
descendientes de un tal Don Tomás Naveda
morimos así
ya todo el mundo lo sabe desde este día de
agosto
de puros tercos
y mulos. (2018; pp. 155-156)
Así pues, tomando los hilos de las historias de sus antepasados, el poeta va a forjar una urdimbre literaria en la que su propia vida, y la de los suyos termina siendo parte esencial de sus ficciones, sin poder completamente separar esa historia personal de la fabulación literaria, convirtiéndose por tanto, en materia prima de unos libros en los que se rehace el pasado desde la libertad creadora, pero también funcionando como cimientos vitales esenciales para enunciar, construir y configurar su verdad como escritor, una voz única y particular que supo encontrar sus relatos y a su vez una manera propia, y genuina de enunciarlos.
Bibliografía
Aboaasi, Emad. “El arraigo maracucho en Date por muerto que sois hombre perdido de Blas Perozo Naveda”. Publicado en Arjé. Revista de Postgrado-Face-UC. Vol. 3, Nº 5. 2009. PP. 101-109.
Perozo Naveda,Blas. El dragón dorado. 2007. Ediciones rojas de Valentina Tereskova. Maracaibo. Disponible en el enlace: https://www.socialmedia.co.cr/archivos.editorialmontemira.com/pdf/eldragondorado.pdf
Consultado el 26 de abril de 2021.
Perozo Naveda, Blas. La piel áspera (Maracaibo city, Tierra de cascabeles, Mala lengua lengua mala, Ficción de un hombre montado en su caballo). Editorial El otro, el mismo. 2001. Mérida.
Perozo Naveda, Blas. “Para la identidad y la poesía”,Revista La Tuna de oro. Universidad de Carabobo, Valencia. Nº 38. Mayo-junio 2001. disponible en http://servicio.bc.uc.edu.ve/multidisciplinarias/tuna/n38/38-03.pdf, consultado y descargado el 25 de abril de 2021.
Perozo Naveda, Blas. Millo. Antología poética. Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2018, Caracas.
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