
9 de abril de 1932.
Siempre que quiero hacer mi maldita voluntad ella me esquiva. Bien, es cierto. Quiero hacer mi voluntad. Me trae sin cuidado lo que quieren las demás personas. Afirmo que hay que dejar que coincidan nuestros intereses, que es lo mejor que podemos esperar. Tratar de ceder, de transigir, de ir a medias y todas esas tonterías me parece idiota y a la larga ineficaz. […] No, quiero lo máximo que cualquiera pueda ofrecerme, y a cambio yo daré lo máximo de mí mismo, si por casualidad ese día me encuentro de humor.
24 de mayo de 1933
Ahí está, Anäis, lo de mi insensibilidad. No quiero encarnizarme con la vida, ni con el amor ni la amistad y todos los enredos emocionales de los humanos. Ya tuve mi buena ración de decepciones, pérdidas, desilusiones. Quiero amar a la gente y a la vida por encima de todo; quiero poder decir siempre: si te sientes amargado o desilusionado, algo te pasa a ti, no a la gente ni a la vida. No rechazaré el amor ni la amistad. No viviré solo en la cumbre helada de una montaña.
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