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Inmersión en Asteroid city (2023) de Wes Anderson

smaylen

Como nos tiene acostumbrados Wes Anderson, sus películas despliegan un colorido saturado y estético que ya define, desde el primer momento, que estamos entrando a un ámbito de ficción. Así, esta hermosa película, llena de diálogos misteriosos, situaciones caricaturescas, grandes actores y situaciones conmovedoras y complejas.


Personajes adultos, adolescentes y niños (como es también habitual en el cine de Anderson) van hilvanando una trama en medio de una región desértica, que se narra en segundo grado, mientras en otro plano vemos al creador de la ficción, mientras va creando la película, y luego al director de teatro, que la va desarrollando, todo como en un divertido juego de muñecas rusas.


No obstante, a mi me sobró un poco ese segundo plano de relato, ya que la que realmente me sedujo fue la historia por llamarla así "principal".


Y en ese plano, unas niñas enfrentan el enigma y el dolor de la muerte, mientras el padre y el abuelo de ellas, respectivamente, atraviesan cada uno su propio proceso de duelo y separación. Y me encanta ese respeto dentro de la película por lo que cada uno experimenta, da igual que seas, grande o pequeño y la manera como gestionan esa importante pérdida.


Por otro lado, un adolescente, que tiene un proyecto científico, está en una premiación en la que participan otros adolescentes científicos y entre todos se relacionan debido al acontecimiento que los aísla, que es la llegada de un extraterrestre.


Y metidos en esa burbuja temporal y física, cada uno se mezcla con los otros deviniendo en otra cosa, en otro momento vital.


Me fascinó particularmente la canción que compone uno de los niños sobre el extraterrestre, absolutamente hilarante y tierna. Un broche de oro para una historia melancólica a la vez que humorística y siempre refrescante respecto a una realidad de la que nos aparta con su magia, luz y colorido.


Por otra parte, fue genial que el cine estuviese lleno (fuimos el día que se estrenaba la película) y eran casi todos jóvenes, que al terminar la película aplaudieron y honestamente ese gesto espontáneo me llenó de esperanza por la humanidad, reflejada en esos jóvenes que podían entusiasmarse tanto con una película de Wes Anderson, un cineasta tan al margen del cine convencional.


Me recordaron toda mi vida cinéfila, cuando desde muy pequeña mi papá nos llevaba al cine y luego como toda mi vida está marcada por esta experiencia tan vital y mágica, que es ir a una sala de cine a ver una película.


Sentí así que ir al cine, en esta época de tantos dispositivos para poder ver lo que queramos en nuestros espacios privados, siempre es una vivencia de comunión y encuentro con los otros, y también un gesto que nos saca de lo habitual para introducirnos en ese mundo de ficción que la gran pantalla y la sala oscura ponen ante nuestros ojos.




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