Desde que comienza, en "Secretos y mentiras" (1996) vemos a una madre y una hija en constante conflicto. La violencia y la impotencia se desplazan alternativamente de una a otra. En el transcurso de la historia observamos que a esta compleja relación subyace un secreto que termina abriéndose paso en sus vidas en permanente crisis.
La madre, siendo muy joven, tuvo una hija a la que dio en adopción. Es una chica negra a la que nunca vio y que fue criada y educada por unos padres gentiles y amorosos. No obstante, ella necesita saber quién es su madre biológica y la busca hasta que da con ella. Aunque la madre intenta evadir el encuentro con esa hija, finalmente accede a conocerla y entonces la película se divide en dos relaciones, una fluida y amistosa, y la otra, siempre conflictiva y violenta.

Pero por último, en una comida familiar, la madre lanza como una bomba que esa joven negra es su hija, y la hija menor estalla en cólera y se va de la fiesta. Por momentos se desata un cataclismo, ante esa verdad oculta, que es un secreto a voces entre algunos de los familiares, pero todo en definitiva concluye con la reconciliación de las partes, y vemos un final esperanzador en el que la madre y sus dos hijas empiezan una vida más cercana, ya sin mentiras ni secretos esperando a salir a la superficie.
Me sorprendió esta película por esa relación tan dura entre la madre y la hija, pero también por lo real de las actuaciones, uno como espectador se sumerge completamente en esta historia de lucha entre tres personajes, fundamentalmente, que buscan la manera de vivir unas vidas menos dolorosas y agónicas.
Leslie Manville está soberbia en el personaje de esa madre de una evidente vida y educación sentimental repleta de carencias y de dolor, a la que vemos constantemente transida de un sufrimiento que se refleja en cada mirada, en cada gesto, todo su cuerpo, todo su rostro es un lienzo expresivo de sorprendente y maravillosa plasticidad. Una gran película, sin lugar a dudas.
Entusiasmada por "Secretos y mentiras" me lancé a ver "Another year" (2010) donde de nuevo aparece una Leslie Manville en estado de gracia. Esta película nos habla de una pareja que cuida un huerto durante todas las estaciones, lo que me hizo recordar el poema de Borges, “Un hombre que cultiva su jardín”, por el gesto de benevolencia que supone ese cuidado de unas plantas y de unos arbustos que dan alimentos cultivados por tus propias manos.

Los dos personajes que son pareja son de un talante suave y cariñoso, y me dio la impresión de que la película lograba captar un algo misterioso en la manera en que esta pareja se relaciona con su hijo, con sus amigos, con su familia.
El modo en el que se vinculan, tolerantes y compasivos, con la desesperación, las carencias, las frustraciones de estos otros personajes que pululan por la película. Vemos como algunos de ellos desarrollan líneas de errancia en las que el bucle discursivo interior ya no les permite ver a los otros, y esto es lo que creo que pasa con esa amiga a la que da rostro Leslie Manville, que tiene problemas de alcoholismo y que vive con una desesperación frágil su día a día.
Ella se empecina en conquistar al hijo de la pareja, en un gesto de descortesía, locura, sin percatarse de que el chico sólo es amable con ella, y cuando aparece comprometido con una joven de su edad, muestra su desagrado y sorpresa ofendiendo a sus amigos. Luego, cuando muere la mujer del hermano del personaje que cuida el huerto, entra a colación otro drama, en un núcleo familiar en el que, de nuevo, predomina la violencia y el conflicto.
Así, el hijo del viudo desencadena una serie de enfrentamientos y discusiones agrias con el padre y los pocos asistentes al velatorio y entierro, causando más dolor y malestar en los presentes. Posteriormente el viudo accede a irse unos días con la pareja para tomar un poco de distancia respecto a lo vivido, y vemos como su pesadumbre se mitiga con el paso de los días.
Como relato bien urdido, la película cuenta lo ocurrido durante un año en unas vidas que son como las de cualquier otro, con sus momentos de dolor, de alegría, y tenemos el privilegio de compartir esas vidas por un espacio de tiempo limitado, aceptando sus misterios, sus certidumbres, la manera como ellos fluyen por los días a veces ligeros, leves, a veces apesadumbrados y densos. Sin duda dos películas de las que dejan huella.
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