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Sobre “La zona de interés” de Jonathan Glazer (2024)

smaylen

Me sorprendió lo poco común de esta película, aparte de resultarme sumamente inquietante. Siempre impresiona que de la matanza judía durante la Segunda Guerra Mundial, que es un asunto del que se ha hablado tanto, se han escrito tantos libros, y se han hecho tantas películas, todavía se pueda decir algo que resulte novedoso, como logra hacer esta silenciosa película inglesa.


Porque sin duda, el silencio es uno de los rasgos distintivos de este film, y que contribuye a despertar desasosiego en el espectador, al igual que esas imágenes tan voluptuosas de flores, yerba verde, y en suma, la casa tan cómoda y hermosa en la que viven la “reina de Auswich” y su esposo, el militar a cargo del Campo de Concentración, en claro contraste con el propio Campo de Concentración, con el que colinda


Y vemos todo el tiempo esos niños tan bellos, hijos del militar y su indolente esposa, así como el jardín esplendoroso de la casa (abonado, como no, con cenizas de judíos) y las vidas de esas personas que disfrutan de una abundancia imposible para los seres que están apenas a un muro de distancia de ellos.


Y esa contigüidad es aterradora, porque pone de manifiesto, acentúa brutalmente la abismal diferencia creada por un grupo de hombres respecto a otros en esos años de mediados del XX. Que un grupo de hombres haya decidido exterminar a otros, de manera sistemática, eficiente, planificando y ejecutando esos asesinatos con culpa o sin ella, es algo que sobrecoge mucho.


Uno se zambulle como espectador en ese silencio pertinaz y ensordecedor consustancial de la película, que viene a destacar el horror inherente a ese campo y sus víctimas.


Muchas veces vemos pasar un tren (nos imaginamos sus pasajeros), o salir el humo negro de la chimenea del Campo de Concentración, o llenarse las aguas del río donde se bañan alegres, el militar que dirige Auswich y sus hijos, de las negras cenizas de los muertos, y es de esa manera sutil, a la par que brutal, que vemos como una realidad penetra la otra, la permea.


Y entonces sabemos que es imposible no los salpique el crimen que están cometiendo, que su vida de burbuja feliz es insostenible, imposible, aunque la estemos viendo y apreciando en toda su magnitud.


Me gustaron especialmente esos momentos del film en los que una joven sirvienta de la casa sale en las noches a dejar y a buscar cosas a los campos de exterminio, porque al mostrar esas imágenes en un blanco y negro de alto contraste todo semeja una suerte de sueño o pesadilla que se mezcla con la inquietud constante de la hija del militar, que no puede dormir.


Y así, como titubeante, por atisbos, pero filtrándose poco a poco, la película va revelando los diferentes matices y polaridades de esa realidad que se narra, llena de complejidad, locura y drama.


Hiela la sangre la crueldad de la “reina de Auswich”, cuando amenaza a la sirvienta con abonar con sus cenizas el jardín simplemente con desearlo, y esa actitud implacable contrasta con la de su madre, que sale de su casa a escondidas, luego de ver de noche las chimeneas humeantes del Campo de Concentración.


Muchas veces la cámara enfoca flores, de una absoluta belleza y colorido, o los juegos de los niños, tan inocentes y despreocupados, pero también esos paquetes que llegan a la casa con prendas de ropa de judíos acomodados que han sido asesinados, y que estas alemanas indolentes se apropian sin piedad.


Y es que la cámara es como un ojo imperturbable, que muestra con igual justicia la belleza y el horror y nos revela esa gran verdad de que ambos acostumbran convivir en nuestro mundo, en no pocas ocasiones.


Paulatinamente la película nos va mostrando, a cuenta gotas, como esos dirigentes ejercen su poder sobre otros, simplemente entregados a la satisfacción inmediata de sus deseos, que van desde los más ocultos e inconfesables hasta los más superficiales y banales.


Y si bien la película comienza mostrando unas pocas pinceladas de la historia que se nos va a narrar, luego ese cuadro se va llenando de trazos que matizan, profundizan, ahondan en los resquicios de esos personajes, de esa familia, generando inevitablemente una sensación de profundo malestar, de inquietud, que va surgiendo como lateral, como indirectamente.


Sin duda, esta es una de esas películas que deja una huella imborrable en el espectador, tanto por la maestría en su realización, como por la poderosa sustancia vital que contiene. Simplemente no la puedes abarcar.

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